viernes, 4 de diciembre de 2020

Los Lugares Comunes

 

 

La seguridad de los lugares comunes se basa en la irracionalidad del pensamiento de grupo, en el que cada persona está segura de creer que tiene la razón porque opina igual que cada uno de los miembros del grupo o de acuerdo con lo que el líder estableció como verdad absoluta. Un absurdo que no soporta la mínima valoración y que rehúye los datos, las correcciones, los matices pero, triste realidad, no las discusiones o debates, ya bien a los fanáticos, miembros de esos grupos, les encanta imponer su verdad gritando a quien los cuestiona y atacando ad hominem, intentando desacreditar a quien los critica sin escuchar razones. Esos fanáticos desacreditan su propio grupo pero no para ellos cada vez más embebidos en su credo y a la vez, justicia poética, curando a los moderados que descubren que las contradicciones no son señal de debilidad sino de aprendizaje y madurez, decidiendo salir de esos grupos si antes no son condenados o incluso asesinados por sus compañeros. 

 Un fenómeno aterrador pero por desgracia demasiado común y en medio de todas las vertientes se encuentran fanáticos como en los nazis, los conservadores, los cristianos, los animalistas, las feministas, las barras bravas, los comunistas… Fanáticos que en sí no desvirtúan todo el credo del grupo al que pertenecen pero que revelan las debilidades argumentativas que toda ideología tiene y que, no por eso, carece de cierta validez sino que debería crecer a partir del debate. Pero ese crecimiento implica la humildad y el reconocimiento de los matices lo que, precisamente, rehúyen agresivamente los fanáticos, refugiándose en frases hechas, lugares comunes, que les evita el trabajo de analizar y comprender… todo tiempo pasado fue mejor, los judíos son los causantes de todos los males, para ser verdadera feminista se debe defender el aborto, toda relación sexual fuera del matrimonio es pecado, cualquier uso que se le dé a los animales es maltrato, el comunismo es la solución de todos los males y los miles de muertos que ha causado se debe solamente a que no se ha implementado bien, y… y que Maradona fue, es y será el mejor jugador de fútbol de todos los tiempos… Afirmaciones que no soportan su verdad ante el mínimo análisis lógico, pero que igual han llevado a hombres inteligentes a causar muerte y destrucción sin ningún remordimiento. Para el caso de este escrito nos vamos a quedar con el lugar común más inofensivo pero no menos fértil para el debate porque como dice Jorge Valdano “el fútbol es lo más importante entre las cosas menos importantes.”

Maradona fue, es y será el mejor jugador de fútbol de todos los tiempos, es una afirmación que se derrumba de entrada por la magnitud de los tiempos verbales pues es y será implican que por designio divino o mágico, no podría nacer un jugador que tuviera las virtudes técnicas o profesionales (si es que acaso Maradona tuvo muchos) que lo llevaran a ser considerado igual o mejor que Maradona. Es una afirmación mágica, propia de los niños que rabiosos responden ante cualquier duda “porque sí”. No vale la pena demorarse más en este aspecto sino señalar otros ejemplo que caen en el mismo absurdo como afirmar que no habrá ningún corredor de cien metros que sea más rápido que Usain Bolt o que ningún ciclista ganará tantos tours de Francia como Induráin. Donde sí vale la pena detenernos es en analizar si Maradona ha sido el mejor jugador de fútbol que ha existido. Lo primero es establecer criterios básicos de comparación, amén por supuesto de dar por superado el chovinismo argentino y el fanatismo de los que le tienen religión. Los criterios deben ser los que se usan y parecen adecuados para admirar a los deportistas: su desempeño, cualidades técnicas y resultados, nada más… obvio Maradona no es el único deportista con una vida personal lamentable pero en una comparación de deportista eso no debería afectar su valoración, así como tampoco podríamos valorar las peleas de Mike Tyson en el cuadrilátero por su vergonzoso comportamiento con las mujeres y, del otro lado del andén, tampoco podríamos considerar a Radamel Falcao mejor delantero que Faustino Asprilla por llevar una vida más juiciosa. Por supuesto que los deportistas deberían ser conscientes de su influencia sobre los niños que los consideran sus ídolos y, cada día, esforzarse por ser un buen ejemplo no sólo a nivel deportivo, pero ese tema es cuestión de otro lugar.

Volviendo a la definición de criterios para valorar a Maradona comencemos por el que menos aporta: los resultados. Salta a la vista que los resultados no son directamente proporcional al desempeño y cualidades de un deportista en un juego de conjunto como el fútbol. Así han existido fenomenales jugadores que por la pobreza de sus selecciones no ganarán un Mundial de fútbol como el egipcio Mohamed Salah, con virtudes técnica infinitamente superiores a las de Jorge Valdano quien si ganó un mundial. Discutible también si Alfredo Di Stéfano o Johan Cruyff no merecen estar entre los diez mejores de la historia porque sus selecciones no ganaron un mundial a pesar de que Cruyff ganó tres balones de oro y Di Stéfano se cansó de ganar títulos con el Real Madrid. Ya bien se podría discutir si es más meritorio ganar un solo mundial teniendo un buen torneo contra selecciones cuyos jugadores no se reúnen toda la temporada para entrenar, o ganarse una Champions League después de toda una temporada de enfrentamientos entre los mejores equipos del mundo y con jugadores que entrenan todo el año lo que, por supuesto, implica un mejor nivel.  Siendo coherentes y en búsqueda honesta del mejor jugador, en deportes de conjunto, no se podría determinar teniendo en cuenta únicamente los títulos. Para los románticos, con igual pensamiento mágico, el único mundial de Maradona valdrá más que el único de Zidane sumados a sus balones de oro, vaya a saber por qué. Asimismo su único título con Boca Juniors fue más importante que las copas Libertadores que les entrego en bandeja de plata Juan Ramón Riquelme, porque vaya usted a indagar en la cabeza de un fanático si encuentra razones que el corazón no entiende. Pero si ese fuera el caso y por alguna misteriosa razón el único mundial de Maradona lo catapultara al número uno de la historia del fútbol, por la importancia de ese torneo y por su papel determinante para su selección; entonces tampoco debería ser el mejor ya bien Edson Arantes do Nascimento Pelé no se ganó uno sino tres y tan determinante fue que marcó en las finales y en el 54, en Suecia, con un gol hermoso luego de un sombrertio que parece de video juego. Pero si a lo de los títulos (tan falto de criterio como hemos visto) se redujera la selección del mejor futbolista tampoco Maradona sería el segundo sino el magnífico brasileño Ronaldo Luís Nazário de Lima quien estaba en la nómina de Brasil 94 y luego llevo de la mano a Brasil por su quinto título en el 2002, marcando en la final, y siendo goleador del torneo; y si consistiera en ser romántico y hacer literatura nos quedamos con la historia de Ronaldo ganando el mundial, luego de superar doble rotura de ligamentos. Entonces, para los que no saben de fútbol, que no lo aprecian como arte en movimiento, que quizá no han sentido la emoción que se siente jugarlo, y que saben es de estadísticas y cómodos lugares comunes no tienen argumentos tampoco para decir que Maradona haya sido el mejor jugador del mundo.  

Siendo más serios detengamos un momento en el más modesto de los apartados de Maradona, el desempeño. Fue determinante para su selección al ganar un Mundial de Fútbol como lo fue Rivaldo, Zidane, Thomas Müller… pero con la diferencia que estos no sólo ganaron un torneo sino que lo igualaron en los demás títulos conseguidos por Maradona y lo superaron con más títulos y en el trascurso del tiempo con un constante rendimiento por muchos años más de carrera. Ya entrado en detalles no tuvo más de cuatro temporadas exitosas en Europa con Barcelona y Nápoli, y un sólo título nacional con el Boca Juniors. Y para no entristecer a los maradonianos no miremos el desempeño por los goles hechos en torneos nacionales, internacionales, con su selección, copa de naciones, mundiales donde sus números son menos que modestos en comparación con Cristiano Ronaldo, Messi, Pelé, Ronaldo Nazário de Lima, Thomas Müller, Romário, Gabriel Omar Batistuta entre otros.

Dirán los fanáticos que no todos los goles valen lo mismo y que todos esos que lo superaron en profesionalismo y rendimiento no tenían las mismas cualidades técnicas pero si fuera así, si todo lo que involucra ser un jugador profesional de fútbol se redujera al dominio de balón, abundan los magos con el balón que no triunfaron en el fútbol profesional o que se quedaron en destellos en partidos sin importancia o se desvanecieron ante la exigencia de la competencia profesional. No es sólo la magia con el balón sino su uso en momentos y juegos determinantes lo que mete a los jugadores en la historia. Tampoco sería justo señalar que Dennis Bergkamp, con goles imposibles o  Djalminha metiendo rabonas, sombreros y bicicletas en cada partido con el Deportivo de la Coruña fueron jugadores más importantes que lo que hizo en el fútbol Maradona. Fueron más hábiles evidentemente, pero no podemos reducir el fútbol al dominio de balón. Pero si así lo hiciéramos, si redujéramos el hermoso fútbol a las cualidades técnicas Maradona tendría un lugar honroso pero con el paso del tiempo cada día más abajo.

Reduciendo las cualidades que necesita un jugador para dominar el balón señalemos: amortiguar la pelota, ser capaz de recibirla sin dar un rebote o el mínimo para que el rival no te la quite. Con igual capacidad o superior a la de Maradona, basta ver a Zidane con control orientado con ambas piernas, Ronaldinho pegando el balón al pie sin importar la altura desde donde viniera, Alessandro Del Piero en medio de los centrales o el enorme Zlatan Ibrahimović con todo el cuerpo como una reencarnación del Chapulín Romário inigualable durmiendo pelotas. Control del balón en movimiento, llevar la pelota pegada al pie mientras se avanza, un apartado destacado de Maradona pero que por su velocidad menos exigente que la que demuestran los rapidísimos Lionel Messi, Ronaldinho, los Ronaldos, y el inalcanzable Alfredo Di Stéfano. Controles orientados, ser capaz de librarte de tu marca apenas entras en contacto con el balón, en donde realmente Maradona no era malo pero no se puede comparar con verdaderos magos para desmarcarse apenas tocando el balón y saliendo en carrera por el único espacio libre que tienen como Zidane recibiendo de espaldas y al instante girando sin marca y con el balón totalmente dominado, Edmundo (el animal) pasando como si nada el balón por encima de su rival, Kaká y sus avances imparables, Dennis Bergkamp y sus goles imposibles como el inescrutable contra el Newcastle… Controlar el balón con todo el cuerpo, lo que podía hacer Maradona pero apenas si se lo compara a como dominan el balón con cada centímetro del cuerpo Edson Arantes do Nascimento Pelé, Zlatan Ibrahimović, Ronaldinho, Ronaldo el portugués (porque como Maradona Ronaldo Nazário no cabeceaba), Romário, Karim Benzema, Marcos Evangelista de Morães Cafú…   Driblar o regatear, la capacidad de escapar de tu rival dominando el balón y engañando a tu oponente. Un hermoso apartado que cada día parece nutrirse de jugadas más imposibles que las anteriores y que abarca los más disimiles estilos y en los que Maradona destacó pero no llegó a mostrar regates más hermosos que los de Juan Román Riquelme, y su túnel a Yepes por ejemplo o la ruleta que sólo le salían a él, Djalminha engañando a sus rivales incluso sin tocar la pelota, Ronaldinho haciendo magia con todas las jugadas que se puedan imaginar, Lionel Messi con un control y velocidad inigualable, Neymar da Silva Santos Júnior y su elástica con remate de rabona… y vendrán jugadas y jugadores nutriendo un deporte cada día más exigente y ahí, entonces, se acabaría del todo el mito de Maradona…

Basta ver su famoso gol contra Inglaterra o la final del 70 entre Brasil e Italia para descubrir la poca exigencia que tenían Pelé y Maradona en comparación con la terrible presión que sufren hoy en cada partido Messi, Ronaldo, Kylian Mbappé, Neymar, Mohamed Salah… con defensores más rápidos y técnicos en medio de sistemas de juego donde apenas si se dan centímetros a los rivales para recibir el balón ya bien es un sueño pensar en un metro limpio para arrancar con balón dominado. Sorprende ver a Maradona y Pelé caminando al lado de defensores haciendo sombra o saliendo a paso paquidérmico sin un sólo rival medianamente cerca, cuando hoy en día el arquero la toca al lateral ya presionado y este se la devuelve al central en el punto del penal, una locura, una pesadilla para el año 86, Mundial de México de Maradona. Ridículo pensar que Magnus Carlsen, campeón mundial de Ajedrez, no tuviera más conocimientos teóricos y mayor capacidad de cálculo que el fantástico Capablanca o que Fabio Cannavaro no aportara más a su equipo desde la defensa que el violento Oscar Ruggeri. El fútbol evoluciona y mejora en la capacidad técnica y física de los jugadores en la cancha. Los románticos dirán que era más bonito ese fútbol menos rápido y con posiciones bien definidas en la cancha, en el que se producían más fuera de lugar y se le devolvía una y otra vez el balón al arquero que la tomaba con las manos, pero para los gustos los colores… Lo que es innegable es la mayor dificultad para resaltar hoy en día con competencias más exigentes, países emergentes mejorando su juego, defensores más fuertes, rápidos y ágiles, sistemas que exigen que todos los jugadores defiendan y casi todos ataquen, con muchos más juegos y posibilidades de lesión.  En esta realidad el gol de Maradona en el Mundial del 86, el principal panfleto de su hegemonía, más allá de hecho simbólico, no alcanza a compararse técnicamente con muchos de los hechos por Messi al doble de velocidad y con defensores respirándole en la nuca mientras los educados ingleses apenas si presionaron a Maradona. Incomparable el soso partido de Argentina  versus Inglaterra del 86 con el trepidante 2 a 2 de Inglaterra contra Argentina en el mundial del 98: con los emblemáticos Batistuta, Juan Sebastián Verón, Javier Adelmar Zanetti, Claudio el piojo López en su mejor momento y Ariel Ortega en un concierto de túneles a los adoloridos ingleses. Del otro lado el peligroso Alan Shearer, el joven David Beckham, el emblemático Paul Scholes y el fantástico e imparable Michael Owen. Pero de nuevo gritaran los fanáticos pegados a los lugares comunes que es una blasfemia comparar esos partidos. Pero ya queda demostrado que más allá del pensamiento ilógico y mágico de los fanáticos no hay un sustento serio para considerar que Maradona fue, es y será el mejor jugador de todos los tiempos ya bien yo me atrevo a sacarlo de los primeros cinco si utilizamos los criterios de desempeño, cualidades técnicas y resultados para hacer la lista…          

 

       

 

      

 

 

 


miércoles, 29 de abril de 2020

La Incómoda Pregunta



Casi con miedo demencial los profesores de colegio, sin importar su asignatura ni mucho menos su experiencia, temen que llegue la temida pregunta y, más doloroso aún, si precisamente no viene del estudiante que por vocación quiere ser el payaso del salón sino del estudiante aplicado y respetuoso que tantas veces ha sido el único por el que valió la pena haber preparado la clase, que ese día se demora en comenzar a trabajar y en medio del desorden habitual se impone para soltar la temida pregunta sin anestesia: ¿y eso para qué nos va a servir en la vida?… y el adjetivo demostrativo eso, que en este caso oficia como pronombre demostrativo, sustituye cualquier contenido, de cualquier asignatura y complejidad. Ante lo cual el profesor no suele sacar pecho, exigir respeto y argumentar su pregunta sino que, temeroso también de la validez de su respuesta, se va por las ramas y si acaso atina a repetir, sin mayor convicción y entre dientes, alguna frase hecha de afán entre profesores, para al final terminar la discusión con un fuerte llamado al orden o una inesperada evaluación lo que, obviamente, es una lamentable versión de zanjar una discusión levantando los hombros y saliendo con un grosero e impotente porque sí… que en el fondo y aunque no lo digan ni lo comenten entre ellos, les da a los estudiantes un triunfo, la falsa seguridad de que tienen razón, los empodera a partir de la actitud dubitativa del profesor y la ven como la prueba de que todo lo relacionado con la escuela es un capricho. Ya entonces es muy difícil que, con verdadera convicción, les interesen y quieran aprender los contenidos de cualquier materia, por el hecho mismo de aprender y no porque les parezcan cosas chéveres o muy fáciles.
Pero no son sólo los estudiantes los que incordian a los profesores con la inoportuna pregunta sino también lo viven haciendo los directivos de instituciones privadas y públicas que, responsables con su trabajo, viven al día de las novedades pedagógicas, y siguen el credo en boga del aprendizaje significativo y la necesidad de armonizar los contenidos con el contexto del estudiante, insisten en la necesidad de buscar temas para enseñar que realmente les sirvan en su vida, pues hoy en día, en los más refinados círculos académicos, es vox  populi, que de seguir ese camino se obtiene  la panacea de todos los problemas con los que tiene que lidiar el profesor…. poco o nada tendrían que ver el hacinamiento en muchos salones o la extra edad de los estudiantes repitentes así como tampoco la falta de compromiso de los estudiantes —el problema fundamental de la educación en nuestros días. Pero no, ni hablar, para los teóricos de la educación en Colombia, los malos resultados de los estudiantes en las pruebas Saber o Pisa se deben al mal trabajo de los profesores que se puede resumir en clases aburridas, monótonas y ajenas a la realidad del estudiante. Según los expertos en pedagogía, los profesores están en mora de corregir ese mal de querer enseñarle a los estudiantes contenidos descontextualizados con la realidad de cada uno de los estudiantes  y sin evidente uso en la vida de todos los días y esos expertos, sin sonrojarse un segundo, no se detienen ni un minuto a reflexionar que el mundo que los acoge y les permite teorizar alegremente sobre la educación lo construyeron ingenieros, médicos, arquitectos, artísticas, deportistas… que en su juventud estudiaron en colegios que no seleccionaron los contenidos de acuerdo a las particularidades de cada uno de sus estudiantes sino que siguieron un corpus general que no era muy diferente al que siguieron sus padres y tampoco al que hoy en día enseñamos… No pueden ser, entonces, temas tan malos, si como sociedad nos han permitido cimentar las bases de procesos educativos más específicos y proyectos de vida exitosos. Son contenidos válidos por sí mismos pero, sobre todo y lo más importante, en relación a otros a los que no se podría acceder sin conocer otros primero y estos a su vez son la base para acceder a otros temas en un círculo para nada vicioso ni mucho menos perjudicial sino maravilloso que se llama educación: esa transmisión sistemática de conocimientos tanto académicos como culturales que todo grupo humano ha diseñado para su supervivencia. Conocimientos que sometidos a la evidencia de la ciencia (día a día avanzando) y afectados por los consensos sociales (evolucionado al pasar de los años) se han ido actualizando y han dejado a su paso temas y materias que (muy a pesar de algunos padres) ya no se dictan… igual de ninguna forma podrían estancarse, ya bien la educación perdería su esencia de ser la herramienta principal de supervivencia, al transmitir conocimiento relevante en la resolución de los problemas de la humanidad, útil en la comprensión e identificación de esos problemas, complejo al estar interrelacionados diversos temas, sensible al recoger los cambios en los consensos sociales que nos rigen pero de ninguna forma artificial, incoherente, inconexo o válido únicamente para un estudiante en particular y, mucho  menos, por antipático que pueda llegar a ser, práctico o útil en el día día de todos los días. Por todo lo anterior es antinatural y hasta ridículo exigir que el maravilloso conocimiento que por generaciones hemos ido acumulando como especie, con todas sus complejidades e increíbles descubrimientos, también tuviera que venir contextualizado con la realidad de cada uno de los estudiantes de un curso, que para enseñar la matemática que llevó al hombre a la luna el profesor tuviera que ver primero la pertinencia de esas ecuaciones en el recorrido de un estudiante desde su casa al colegio o que le garantizase a la clase que van utilizar esas ecuaciones en un momento y día preciso del futuro. Ridículo exigir que el proceso de balancear ecuaciones, fundamental para el avance de la química, hermoso en su compleja simplicidad, se dejara de enseñar en un colegio por el reducido número de estudiantes que manifestaran su intención de estudiar ciencias como opción profesional o porque el profesor de química no hubiera logrado demostrar la practicidad de este contenido en la vida de cualquiera de sus estudiantes.
 Porque el colegio no puede ser un restaurante en el que los jóvenes se sientan y escogen por puro gusto lo que en ese momento les apetece aprender y dejan de lado lo que simplemente no les gusta, así sea bueno para su salud. Deben aprender lo que con el tiempo otros, que fueron estudiantes y culminaron un proceso exigente, determinaron que era bueno aprender y que les permitiría aprender más. Porque aprender no les hace ningún daño, tener un nuevo dato en la cabeza, por increíble que les parezca, hace que el cerebro funcione mejor y le abre los ojos a un mundo de posibilidades que antes no conocían o apenas sospechaban, les permite evaluar varios caminos, apreciar  nuestra grandeza como especie y al mismo tiempo los involucra y los obliga en el proceso de la educación que, de ninguna manera, tiene que ser un proceso fácil y sin exigencia tampoco ha sido fácil y sin complicaciones el avance de la humanidad. Pero hoy en día, al tiempo que se pone en tela de juicio lo que se enseña para justificar los malos resultados académicos (de jóvenes cada vez más perezosos), se está imponiendo también la mismísima relativización del la disciplina, la memoria, las tareas… y todo aquello que ha fundamentado el proceso de aprendizaje durante años se quiere abandonar para que el estudiante no se vaya a frustrar y así, entonces, que no se memoricé nada sino que tan sólo se analice, que se olviden los plazos y las fechas límites, que tampoco se vaya a tener en cuenta la ortografía para bajar la nota y que mucho menos se les vaya a dejar demasiadas tareas porque no les deja tiempo de estar al día con sus redes sociales y entonces… entones se termina tratando a los jóvenes como entre algodones, cuando precisamente la vida competitiva que los espera afuera de las paredes del colegio es todo lo contrario: competencia, supervivencia, frustración y trabajo duro. Porque algunas veces el trabajo de la clase es el esfuerzo y la dedicación que se pone en conseguir una meta y ese trabajo duro es la enseñanza que se puede aplicar en los demás retos de la vida, el tema del día, el contenido (contextualizado o no) es lo de menos, así como la incómoda preguntita.
Por si fuera poco haber contextualizado lo inadecuado de la preguntita queda acudir al sólido argumento de respetar el contrato social y ante el ¿y eso para qué nos va a servir en la vida? Responder tajantemente: pues para pasar el año joven y con juicio graduarse. Porque de lo contrario se rompería el contrato social… El Contrato Social que nos rige a todos y que nos ha permitido avanzar como sociedad: te quedas en casa y vives a costa del trabajo y esfuerzo de tus padres hasta que ellos mueren de viejos o vas al colegio a aprender contenidos y habilidades sociales para que en el futuro tomes otro papel estudiando más para encontrar un trabajo o de inmediato  aprovechas el título de bachiller para conseguir un modo de vida; y si no cumples con los requisitos del colegio no puedes graduarte, rompes el contrato social y no tienes derecho a reclamar… regresas a la casa o saltas a la calle a la luchar por el pan de cada día sin en el descanso de sólo sentarte en silencio y aprender algo nuevo.



       

jueves, 14 de diciembre de 2017

Palabras a los graduados


Buenos días a todos.


Unas breves palabras, nada más. Sólo eso resta, es lo único que queda ante el embate inclemente del tiempo exigiéndonos, acosándonos y poco a poco desgastándonos. Pues parece que fue ayer cuando se levantaron, sin luz todavía, para ir por primera vez al colegio y hoy ya están aquí, en la culminación de ese proceso de por lo menos once años… un parpadeo nada más. De igual modo para sus padres, tan orgullosos ahí atrás sentados, ha debido ser poco más que un sueño el verse un día sosteniendo en brazos a un pequeñín y poco después llevarlo de la mano, muerto de miedo, a la primera cita con el odontólogo y en otro parpadeo más verlo salir arreglado para su primera fiesta… un parpadeo nada más.


Por eso son tan importantes estas celebraciones y sus pequeños detalles de la toga y el birrete, de las palabras de un alumno resumiendo el sentimiento de una generación y su responsabilidad frente al mundo, de las fotos con el diploma en la mano, de los abrazos y los agradecimientos y la promesa de reencontrarse dentro diez años para evaluar lo que se ha logrado porque con estás ceremonias intentamos dejar una pequeña piedra en el curso del tiempo que nos permita grabar los bellos momentos, una estela a la que podamos volver la vista atrás como dice el hermoso poema de Antonio Machado: “caminante, son tus huellas / el camino y nada más; / caminante, no hay camino, / se hace camino al andar.”


Al final joven aún, si todo pasa y nada queda, y lo nuestro es pasar, lo que les queda es el mundo amplio y ajeno y la vida que decidan vivir… y lo trascendental será atesorar los momentos para crear recuerdos y entonces la responsabilidad es hacer que esos recuerdos sean los mejores posibles, lo menos mezquinos con sus propios deseos y que dentro de unos años miren atrás con la frente clara al joven que aún eran hoy y que puedan decir que todavía son jóvenes en sus corazones y que no se han traicionado…


Pues la única excusa que no puede ser válida para nadie, sin importar su origen o género, su nacionalidad o credo, sus recursos o necesidades es la pereza. La deplorable pereza por desgracia tan arraigada hoy entre ustedes los más jóvenes y quienes deben ser el futuro de este sufrido país cada vez mejor. Esa pereza tan rápida para encontrar la excusa insulsa cuando se dejaron las cosas para la última hora y entonces es culpa del otro, del profesor por poner mucho trabajo, del país por ser corrupto, del clima (sí, aunque produzca risa también nos lo dicen)… del clima porque mojó la tarea o daño el internet y la tarea era recortar y pegar unas imágenes. Por desgracia la inmediatez de estos tiempos los ha convertido en la generación de “todo les da pereza” y, peor aún,  “todo les da oso”.  Lo que muchos soñamos con todo nuestro corazón “como caminar de la mano con nuestra abuelita por la calle” a ustedes, a muchos de ustedes, les da pena… pero caminan, no todos, orgullosos de la mano del que se acaba de colar en Transmilenio pasando por encima de la empleada de TuLlave a la que además de insultar por cumplir con su trabajo por poco le pegan. A veces les da flojera hasta armar un equipo para jugar un partido de fútbol o hacen bromas pesadas de sus compañeros e incluso del profesor durante toda la clase pero a la hora de pasar al frente para hacer una exposición o declamar un poema se mueren de vergüenza. Como generación confundieron rebelarse con irrespetar cualquier autoridad sin tener un fundamento y la reivindicación con esperar que todo les llegue sin trabajar lo mínimo o sin ni siquiera dar las gracias o decir por favor.  


Por eso me atrevo a aconsejarlos, seguro resumiendo el profundo cariño de los profesores, del rector y las coordinadoras por ustedes: que la pereza, “el qué dirán”  o el miedo no les impida afrontar cualquier sueño por lejano que parezca… cantar música popular frente a millones o enloquecerlos tocando rock con el pelo teñido de un color diferente cada vez o poner un spa cinco estrellas, Brayan… Porque está graduación es el primer paso que todo camino necesita, el primero que no tiene porqué ser el más difícil o determinante pero si el indispensable, sin el cual las muchas puertas que tiene por delante no se pueden abrir. Un requisito estarán diciendo entre dientes… Pero un requisito que no todos han obtenido pues sabemos que ahí entre ustedes hay espacios vacíos de muchos que no cumplieron y a los largo de los años en el colegio conocieron a muchos rápidos para la crítica sin fundamento, la irresponsabilidad y los chistes flojos pero que tampoco están acá dándole a sus padres el orgullo que hoy ustedes son para ellos.


Pero ojo que perseguir un sueño no sólo sirve si se alcanza y el camino mismo, el trabajo duro día a día para alcanzar ese sueño, es el aprendizaje valioso que nos trasforma y nos hace mejores personas. Pues si me pongo medio filosófico los que nivelaron hasta el último día con Melquisedec comprenderán algo más que los demás o si empezamos a discutir sobre conceptos como ecosistema, especie, medio ambiente seguramente tomarán la palabra los que a la brava (con malas notas al principio) aprendieron a exponer sobre estos temas en la nueva clase de Biodiversidad  dictada por Eduard. Es el camino y el fin de graduarse hoy como bachilleres de lo que deben estar orgullosos: de haber cumplido con los requisitos y haber superado la persistente pregunta de “y aprender esto para que me va servir en la vida”. Otros se quedaron en eso, en no alcanzar la pulcritud de las planchas de Alex o no sobrevivir  los desafíos físicos de Fredy… ustedes no. Ustedes ya sospechaban que la vida no tiene semana de recuperación y como decía Nayive caer no es lo definitivo sino levantarse  


Por eso, ante el mínimo contratiempo, no se vayan a dejar amargar por los sabelotodo, los intelectuales de bolsillo que siempre ven el vaso vacío para hacerse los importantes y como los Dementors en Harry Potter están sedientos de la alegría de los demás y son felices de pincharle el globo a cualquiera y esgrimirán las palabras “fracaso” y “éxito” como si fueran un absoluto: cuando son precisamente todo lo contrario, cambiantes de acuerdo a la persona, la cultura, la época, la profesión y demás…  están directamente relacionadas con lo que a cada uno lo haga feliz, porque como dice Woody Allen, queridos graduandos, no  conozco la clave del éxito pero estoy seguro que el camino del fracaso y de una vida sin alegría es que traten de complacer a todo el mundo.



Gracias por la atención.




       

martes, 7 de noviembre de 2017

La Rebeldía Adolescente



Atacar a Enrique Peñalosa es otro error producto de la “rebeldía adolescente” tan en boga en los cantantes de moda, arraigada en la mayoría de los profesores del distrito, propia de todos los sindicalistas y connatural a los estudiantes de las universidades públicas. Pero que a pesar de todo eso no deja de ser el acto ingenuo de un adolescente ansioso de hacerse oír y posar de inteligente.
“Rebeldía adolescente” pues se rebelan ante la autoridad de los mayores (el establecimiento) o de la mayoría (los medios que no les convienen) para gritar a contracorriente su “novedoso” discurso liberador pues asumen, irrespetuosamente como los  adolescentes, que el mundo comenzó con ellos y que antes de ellos no hubo nada, que el mundo inicio con sus reivindicaciones  y que los saberes adquiridos por sus padres son productos de un sistema de valores anticuado y arcaico que, a pesar de que para muchos ha significado su bienestar y educación, debe ser derribado para imponer ese nuevo y magnifico que nunca se materializa más allá de los gritos estridentes de las marchas o de las divagaciones del revolucionario mesiánico del momento atacando con saña al establecimiento (a lo Petro, Chávez, Perón, Mojica…) pero sin proponer nada concreto.
Adolescente porque ante la evidencia de los hechos prefieren la pataleta a reconocer que sus reivindicaciones tienen matices, atenuantes,  responsabilidades propias  que acaba con su “todo o nada”, “ahora o nunca”, “ellos o nosotros”, “todos los políticos son iguales”, “nada sirve”, “para qué votar” o su manido “todo es culpa del imperio” que igual no dice nada y no deja espacio para el mutuo aprendizaje y la construcción en la diferencia como exige el mundo actual. Son hábiles para repetir los dudosos estudios de desconocidos medios en internet y las más bajas calumnias que igual les convienen para atacar a la figura “de poder” opacando la diáfana luz de su  mesías encarnando al incontrovertible e inmaculado Che del siglo XXI. Pero se hacen los sordos a los estudios oficiales o las críticas de antiguos miembros, de los partidos de izquierda, que ya menos radicalizados pueden matizar la discusión.   
Como los adolescentes llegando tarde a la casa o entregando un pésimo reporte de notas, tienen miles de excusas y pocos mea culpa. Esa es la esencia de la “rebeldía adolescente” que mientras el mundo siga en manos de lo que unos han dado en llamar “derecha” será siempre de izquierda y que como adolescentes rebeldes no entenderán de razones ni de justos medios sino de excesos y fatalismos: para ellos todo lo que suene a orden, ganancias o coaliciones lo ven como represión, explotación y corrupción; y no es un avance, sino un simple reflejo adolescente que no es nada bueno sino todo lo contrario… No es con la rabia adolescente que se hace un estado de guerra en guerra y de revolución en revolución, sino es con la madurez de la adultez que se firman tratados, se crean alianzas, se producen amnistías y se avanza por el bien de todos a pesar de las diferencias.
Pero igual esa “Rebeldía Adolescente” es efectista, atractiva,  romántica  y se ve muy bien a la hora de hacer política como en el caso de la Revocatoria de Peñalosa o al defender el Golpe de Estado de Maduro en Venezuela: dos pataletas producto de la misma rebeldía. Ya bien se podrían tener diferentes opiniones sobre la ideología y los modos de gobernar un país,  las maneras como Maduro ha socavado los medios democráticos lo ha dejado sin casi ningún cómplice en el mundo democrático y desde el partido socialista de España hasta figuras emblemáticas de la izquierda Latinoamericana han tomado distancia de sus maneras, pues una cosas es una ideología socialista-comunista y otra preferir matar a su pueblo de hambre antes que dejar el poder. Una cosa muy diferente es seguir manipulando la realidad con discursos populistas enarbolando las banderas de la patria y el orgulloso nacional –a lo Hitler–  y otra cosa muy distintas comparar los índices de pobreza, mortalidad infantil y de violencia que tiene ahora Venezuela con cualquier otro país de la región: es la fría realidad que no tiene color ni bandera política. Pero los “rebeldes adolescentes” como Petro no reconocen nada, ni un matiz en su absolutismo de que todo rico es malo y todo pobre un buen hombre incomprendido, se tapan los ojos o hacen la pataleta de acusar a los medios o al imperio por convertir los magníficos resultados de Maduro en avances incomprendidos. NO es serio ni siquiera defender en algo a Maduro y sólo lo hace Petro con la desfachatez de alabar a esos "grandes hombres": Hussein, Gadafi y Chávez como visionarios del siglo XX. Se cae de su peso semejante imbecilidad pero para el adolescente NO, para el adolescente reconocer su error es imposible pues su absolutismo es esencial para definirse única y exclusivamente irrespetando al poder establecido y estableciendo su verdad; sino lloran y se tiran al piso o calumnian en Twitter o van a la instancias internacionales pues todo juicio en su contra es persecución…
En el caso de Enrique Peñalosa es tan evidente el afán “adolescente” por atacarlo que desde antes de que se posesionará, incluso antes de que se sentara en su despacho,  se  aglutinaron movimientos sociales disimiles, artísticas contestatarios, figuras reconocidas de la izquierda, contradictores políticos, asociaciones de todo tipo… bajo la premisa de que iba a acabar los “avances” del buen gobierno de Petro (buen gobierno, sobran los análisis sesudos de muchos medios y periodistas serios para acabar con esa falacia) y perjudicar a los pobres cuando ha sido todo lo contrario y bastará con una sucinta enumeración de hechos sin el mínimo matiz político para demostrarlo: Petro no dejó una sola biblioteca y Peñalosa inicio el programa de las mega bibliotecas, Petro no dejó cobertura de agua potable en toda Bogotá y dejó debilitada una empresa de acueducto incapacitada para recoger basuras, mientras Peñalosa dejó el 100% de cobertura en agua potable durante su gobierno y que decir de la irrevocable verdad (una y otra vez comprobada por diferentes medios) de que por decenas de colegios que dejó Peñalosa Petro no dejó uno, y mientras Petro dejó un sistema de trasporte debilitado Peñalosa dejó uno (con defectos) que le dio cabida a las personas en condición de discapacidad y a los bebes en coches… pero un momento, un momento… mientras una persona normal, no fanática, buscaría en los medios y corroboraría las anteriores informaciones para darle una oportunidad al mismo alcalde que le había cambiado la cara para bien a Bogotá, los “rebeldes adolescentes” ¿qué hicieron?.. pataletas y taparse los oídos y echarle la culpa al poder (a los medios que ahí sino le servían) y azuzar las divisiones con calumnias y falsas verdades como con las que recogieron las firmas para la revocatoria: la famosa “el metro no se va a hacer” y se terminó firmando para hacerlo o “que los subsidios se iban a acabar”  y se han mantenido o que “Transmilenio es de Peñalosa” y Petro no lo dice porque sabe que no tiene una sola prueba pues no es así.

Entonces se abría el espacio para las discusiones serias sobre las propuestas de campaña y las decisiones que se tenían que tomar y vino otra vez la “rebeldía adolescente” de tratar de tirano a un gobernante por subir el precio del pasaje de un bus. Se discutió la viabilidad de un Metro subterráneo más amigable con el paisaje y posiblemente con más sobrecostos y evidentemente más tiempo en su construcción versus uno elevado más rápido de hacer y más barato pero feo y los “rebeldes” dijeron que no se iba a hacer porque Peñalosa es vendedor de buses. Otra vez ante el riesgo de encontrar matices en la propia opinión o llegar a acuerdos los “adolescentes” gritaron, acusaron a los medios, vieron a Vargas Lleras como el Gran Hermano que todo lo controla. Sobre la discusión de una reserva que hoy no tiene árboles y que para que existiera, como sus ilusos diseñadores la soñaron, se tendrían que expropiar terrenos cuyo valor es incalculable no se escucharon las voces de los habitantes de Cota, Suba, Mazurén encerrados por el trancón ni se quiso escuchar el plan del alcalde que obliga a quien construya a hacer espacio público con zonas verdes, sino que de entrada se le llamó un crimen ambiental. Qué decir de los estudios del alcalde “tan necesarios” a la hora de gobernar como innecesarios según la constitución pero que para lo único que los utilizaron los “rebeldes adolescentes” fue para hacer insultos y memes groseros como aquel niño que discute con su amigo y si ve que este tiene medio razón se burla de como habla. El más inmaduro, irresponsable, y alucinante argumento que enarbolan los “rebeldes adolescentes” es que Transmilenio –el mismo sistema que ha venido acabando la peligrosa guerra del centavo y mejorado las condiciones laborales de miles de conductores de buses– es el peor sistema de trasporte en el mundo (obvio nadie en el mundo lleva ese ranking) y que lo único que lo mantiene en Bogotá es el afán del alcalde por vender unos buses. Y para semejante alucinación basta con una sencilla comparación ante la cual los “adolescentes” Petro, Morris, Robledo simplemente se hacen los locos: comparen la Caracas de ahora con la de antes y poco después con el adefesio de la troncal de Pastrana, comparen los tiempos de desplazamiento, las paupérrimas condiciones de trabajo de los conductores de esos buses sucios y a punta de desbaratarse, revisen las tasas de contaminación, miren el avalúo catastral de los predios al lado de la nueva troncal de la Caracas, valoren el tiempo y los beneficios de llevar funcionando Transmilenio ya quince años con los pocos años que llevaría funcionando una sola línea de Metro como muchos proponían que se hiciera… y sin fanatismo será fácil concluir que ha habido avances en la movilidad y la vida de los bogotanos gracias a Transmilenio, eso sí, no sin complicaciones y problemas que los gobiernos de izquierda en Bogotá han empeorado pero que como todo sistemas es susceptible de mejorarse mientras se le tenga cariño y no se le quiera bombardear sólo por tener la razón como hacen Petro y… todos los adolescentes más afanados en tener la razón que en aprender.                          

martes, 11 de octubre de 2016

Lo del triunfo del NO

Y sí, fue así, el 2 de octubre de 2016 triunfaron la ignorancia, el egoísmo, la indiferencia  y el afán de venganza sobre una solución racional del conflicto que ha venido desangrando a Colombia por más de cincuenta años. Lo confirma la cínica entrevista del jefe de campaña del NO Juan Carlos Vélez y el triunfo del SÍ en las regiones arrasadas por la violencia.
En sus declaraciones Juan Carlos Vélez confirma que la intención de la campaña por el No era que la gente no reflexionara sobre los beneficios y alcances del acuerdo pues “Unos estrategas de Panamá y Brasil nos dijeron que la estrategia  era dejar de explicar los acuerdos para centrar el mensaje en la indignación” y así conseguir que se impusiera el miedo y el afán de venganza: “Estábamos buscando que la gente saliera a votar verraca.” Más cínico aún cuando responde, tras preguntarle “¿Por qué tergiversaron mensajes para hacer campaña?”, que “fue lo mismo que hicieron los del Sí.” Sin sonrojarse no niega la campaña de manipulación  ni las mentiras que fueron la base de los que se oponían al acuerdo de paz. Porque igual “el No fue la campaña más barata y efectiva en mucho tiempo. Su costo-beneficio es muy alto.” La campaña seguro sí pero el costo político, económico y en víctimas del triunfo del No podría ser incalculable. Y quien más lo sabe son las víctimas que en masa salieron a apoyar el Sí en las zonas donde por años el conflicto que ha vivido el país se ha cobrado la vida de miles de colombianos de toda ideología y raza pero, sobre todo, de escasos recursos. Por eso hay una clara relación entre las regiones más pobres, rurales y atrasadas con el mayor número de víctimas del conflicto, y del mismo modo entre un número menor de víctimas con los centros urbanos con más recursos. Así pues la votación de ese 2 de octubre comprueba que quienes han vivido la guerra en carne propia, las verdaderas víctimas, fueron capaces de sopesar el acuerdo de paz y preferir su imperfección a continuar con un conflicto de cincuenta años. Con conocimiento de causa votaron por el sí para evitar que su desgracia se repitiera o que cayera en quien todavía no había sido víctima: votaron con grandeza.  
Mientras que los que votaron por el No lo hicieron “a la verraca”, guiados por mentiras, sin reflexionar y desestimando el posible recrudecimiento del conflicto pues igual −si nos guiamos por el escrutinio de las regiones de votación− no los había tocado la guerra ni lo vendría a hacer: votaron con indiferencia y afán de venganza. Indiferencia y venganza que el ex presidente Álvaro Uribe supo canalizar en una supuesta re-negociación para salvar al país de precisamente las mentiras con las que se nutrió la campaña del NO. Lo tristemente revelador son las propuestas para re-negociar el acuerdo del ex presidente Álvaro Uribe pues hábilmente no menciona ni una sola de dichas mentiras (el castrochavismo, la ideología de género, la entrega del país…) y abandona la preocupación por las víctimas al centrarse en proteger los derechos de los terratenientes.

        Lo peligroso para Colombia es el talante del ex presidente Uribe a la hora de “re-negociar” el acuerdo pues si nos basamos en las mentiras de antes y en sus intereses políticos, lo que vendría sería su habilidad ladina para hacer parecer como coherentes sus propuestas inviables y así echarla la culpa a las Farc y al gobierno por romper el acuerdo y luego, otra vez,  como en los últimos años en Colombia, que sea el odio a las Farc lo que domine a los colombianos a la hora de ir a las urnas en el 2018 y él sea, entonces, el que coseche esos réditos electorales. 

martes, 15 de diciembre de 2015

El amor más perjudicial, el amor por una mascota



Después de terminar una relación sentimental parece que el mundo se acaba, que ya no vendrán alegrías, que todo −absolutamente todo− carece de sentido. No parece existir una solución sencilla y eficaz para salir de ese pozo, y a todos los posibles remedios −que como pañitos de agua tibian alivian en algo el dolor insoportable− se les encuentra su pero y apenas si son una corta tregua en el suplicio de estar solos, sin esa única persona con la que se sueña estar. Sólo el tiempo, amigo del olvido, podrá al finalmente sacarnos de ese agujero curtidos en el dolor y así, ad portas, de volver a enamorarnos y quizá, si la suerte no es en exceso favorable, volver otra vez a caer en el pozo del desamor.
De entre los posibles remedios para el sufrimiento del desamor que se suelen sugerir esta la compañía de un animal doméstico, de un tierno perrito o gatito, como un −o el mejor− sucedáneo del amor pues dicen que es imposible de encontrar amor más puro, sincero, desinteresado y fiel, por lo que es el mejor sentimiento que podemos experimentar cuando es, precisamente, todo lo contrario: nada sincero, ni mucho menos desinteresado y artificialmente fiel. El peor amor que podríamos sentir y el más malo para aquellos que lidien  con el desamor. Porque por doloroso que sea cuando se termina una relación no todo es malo y algo se puede aprender. De entre el dolor insoportable se cuestiona todo y a todos,  y al cuestionarnos aprendemos del amor que el otro nos tuvo –o dijo tenernos− y sobre nuestra propia forma de amar. Salimos de ese hoyo sino felices por lo menos fortalecidos y conscientes de que en eso de amar y ser amado se debe exigir tanto como poner de nuestra parte si se quiere construir algo honesto y duradero. Al final somos mejores seres humanos por el simple hecho de amar y ser amados, de ser fieles o incluso por haber sido engañados y superarlo.
Cuando “amamos” a un animal no se obtiene nada de eso y, lo peor, maduramos menos y terminamos siendo más individualistas, egoístas y asociales.  “Amamos” a un animal que recogimos o compramos porque nos tiene un apego inconsciente afianzado en la relación de buen comportamiento−recompensa. Un animal que no nos exige comportarnos bien, que no nos puede engañar con otra persona, que no llegará cargado de problemas para que seamos su paño de lágrimas, un animal que en ultimas, como no es una persona, no podrá hacernos enloquecer de rabia con unas palabras inoportunas o hacernos llorar de alegría  al cantarnos nuestra canción favorita en público, como si lo podría hacer otro ser humano. Un ser humano débil, imperfecto y lleno de defectos que al amar se olvida de sus miedos y se arriesga a salir herido pero igual da todo de sí para hacer a otro completamente feliz y, en ese complejo proceso, sea correspondido o no, madura y se hace más sensible hacia los demás, siente empatía: la base de una sociedad equitativa y en paz. “Amando” a los animales no, no se madura, no se aprende a tolerar los defectos, no se siente mayor empatía por otra persona: es un amor artificial y secuestrado.
    Artificial y secuestrado pues a diferencia de cualquier persona un perrito nos recibirá siempre batiendo la cola y mostrando alegría cuando lleguemos a casa sin importar que no lo saludemos o que le contestemos horrible al llegar cansados y decepcionados de nuestro trabajo. Otra persona que nos estuviera esperando no nos recibiría así. Seguramente nos recriminaría, nos obligaría a hablar del asunto y, si nos importara un poco, tendríamos que pedir perdón, justificarnos y hablar sobre lo que nos estuviera molestando y así desnudar nuestro espíritu y, cómo no, volviéndonos una mejor persona que madurando aprende a amar y a ser amado. Con el perrito no, pues su apego por nosotros es incondicional y secuestrado, y así poco o nada nos exige –además de la comida como recompensa−, convirtiéndonos de a poco, día a día, en antipáticos que estamos bien con los animales porque no joden pero no tanto con las personas que no nos pasan nuestras manías. Por todo eso no es bueno “amar” a una mascota.
Los animalistas recalcitrantes dirán que al menos será bueno que los niños amen a las mascotas y así se sensibilicen por los más débiles y no lleguen a ser adultos violentos. Pues sí y no. Porque les serviría más lidiar con niños pequeños a los que también podrían golpear y con el agravante de que esos niños los podrían incomodar al tomarle sus juguetes o molestaros de diferentes formas pero que igual tendrían que respetar. Valdría más que los niños desarrollaran su tolerancia rodeados de otros niños sin importar que tan diferentes o complicados pudieran ser, que en la compañía de mascotas  a las que, de todas formas, pueden olvidar una vez las han sacado al parque y siempre estarán ahí para darles cariño por unas migajas de pan. Eso no es  amor, ni tolerancia, ni así se obtendrán mejores adultos. Tanto así, que día a día crecen las marchas por los derechos de los animales y se multiplican los “me gusta” de Facebook a favor de causas animalistas y aumenta el despilfarro por millones en las boutiques de mascotas, al tiempo que suben las críticas vehementes en contra de los programas de subsidios para los más pobres y se cierran las fronteras a los inmigrantes y se exige una justicia más dura contra los que maltratan a los animales –sin importarles la crisis carcelaria o de justicia que ya existe.    

No está bien. No puede estar bien una sociedad que humaniza a los animales y todavía tiene gente que muere de sed o de hambre.

sábado, 5 de diciembre de 2015

El peligro de los animalistas


 
La escena es verdadera y se repite todos los días en mi querida Bogotá y seguramente en los otros rincones de Colombia. Después del almuerzo, en la Candelaria,  voy entrando corriendo a mi trabajo con una compañera y en la puerta del edificio donde trabajo, bajo un palo de agua que sería demasiado benévolo llamar llovizna, está un habitante de calle tan viejo que no se puede ni adivinar la edad, con una pierna mutilada, y sosteniéndose en una muleta vieja: somos bogotanos, demasiados atareados y acostumbrados a los habitantes de calle, como para que nos importe lo suficiente y nos detengamos a ayudarle. Ya adentro, igual manifiesto mi lastima por el pobre hombre con un sentido “pobrecito y con esa lluvia”, ante lo cual mi compañera –sin sonrojarse siquiera− me responde  “pobrecito y es como cachorrito”. Se refería a un perro que acompaña al hombre (¡¿no vio al habitante?!). Apenas si atiné a no increparla por su falta de sensibilidad y, menos mal que no lo hice, pues al otro día, a la hora del almuerzo, cuando medio intenté plantear lo insensibles que nos estábamos volviendo con las personas ya la conversación iba tomando calor en favor de ayudar a los animales en vez de gastar recursos en esos sucios, drogadictos, peligrosísimos habitantes de calle que por decisión propia están en las calles mendigando y no trabajando,  y me quedé sin palabras. Pues sí, obvio eran sucios, y drogadictos y peligrosísimo, peligrosísimos, alguno habría y los perritos puros con su conciencia tranquila (¡¿consciencia!?): y lo de su propia decisión de estar en la calle como producto de sus errores alguno habría por la adicción a las drogas y no todos y si así fuera…  Y sí, ante la aplastante mayoría para qué intentar justificar a los habitantes de calle, con sus evidentes defectos, al mismo nivel de los perros a mis compañeros de trabajo y pensándolo mejor… y… y pensándolo mejor si todos, no sólo algunos habitantes de calle, si todos estuvieran en la calle por sus malas decisiones igual por qué habría de justificarlos como seres humanos al mismo nivel de los animales ya no ante mis compañeros de trabajo sino ante la sociedad misma. Si el que escribe esta nota, si los que discutíamos éramos humanos y como tal hermanos en esa condición mientras los otros, los animales lindos y tiernos (porque de los feos nadie se conduele), no hablan entre sí, no se agrupan, ni discuten si es justo o no tratarnos con mayor consideración que a ellos mismos. Como tal hasta ridículo poner en la misma balanza a un animal y a un ser humano con consciencia y conciencia, deberes y derechos, sueños e ilusiones, errores y aciertos. Ridículo pero no por eso imposible y para nada impopular ni mucho menos inadmisible para su discusión en las redes sociales, en todo tipo de foros, en los medios de comunicación y hasta en los cabildos políticos y ahí, en ese detalle, está el enorme peligro del movimiento animalista. No en sus razonables quejas en relación a la excesiva violencia en contra de los animales por algunas de nuestras prácticas, ni mucho menos en su justificado reclamo en contra de la ganadería masiva generando problemas ambientales y económicos.

El peligro es la profunda convicción que mueve a esos grupos y sus consignas, el convencimiento que tienen de que en el fondo, sin atenuantes culturales, los animales están en el mismo nivel que los seres humanos y que, como tal, sus reclamos son apenas el inicio de un largo, luchado y heroico camino hacia la igualdad total que libere a los inocentes animales de nuestra tiranía. Pues no es ilógico ni antinatural pugnar porque los humanos seamos menos crueles, ni en sí radica ningún peligro, el problema es cuando buscamos esa erradicación de la crueldad sin tener en cuenta justificaciones culturales, económicas, tradicionales y de conveniencia por el simple hecho de establecer una  igualdad entre seres humanos y animales otorgándoles unos derechos que, sin los correspondientes deberes, son meramente artificiales. Cuando dan por sentado que las tradiciones culturales de un pueblo, por milenarias que sean, pueden tirarse a la basura simplemente porque implican el “maltrato” o la muerte de un animal cuando en muchas –o en casi todas− las  constituciones del mundo no es un delito, precisamente porque de serlo no se podría alimentar a los seres humanos. Cuando sin importar lo incómodo e inadecuado que pueda ser el estado actual de Trasnmilenio exigen que igual se le dé espacio a las mascotas porque tienen los mismos derechos como para viajar en una silla –del color que sea− sin llevar bozal ni pensar en lo antihigiénico que pueda ser. Es en esos casos, reales y de todos los días, donde se ve claramente el peligro de los animalistas trasponiendo la frontera natural, racional y cultural que las civilizaciones pusieron a los animales cuando decidieron reunirse como grupo para la supervivencia de cada uno sus miembros: humanos por supuesto. Porque de salvar la vida a los animales que se matan “por diversión” o prohibir los espectáculos en donde no se les trata con “dignidad” a prohibir matarlos para nuestra alimentación hay un sólo paso: un peligroso paso que podría implicar desastres alimenticios y económicos en el mundo, y en especial en economías emergentes del tercer mundo.

¿Absurdo? No, para nada. Es el camino natural y peligroso por el que vamos andando y que, sometidos al albedrio de lo popular, nos lleva hacía la conformación de un partido político que aglutine las inconformidades de tantos animalistas condolidos por el sufrimiento de los perritos y gatitos sufriendo en las mismas calles con miles de desplazados también requiriendo subsidios y recursos. Nos basta recordar la escena con la que iniciamos este escrito y la ternura evidente de los ojos de los animales en comparación con la mezcla de sufrimiento y desconfianza presente en los ojos de tanto desplazado para saber sobre cual proyecto de ley se inclinaría la balanza.

Sólo restan unas pocas elecciones más para que se propongan como banderas electorales mayores derechos para los animales,  la construcción de hospitales públicos para mascotas, la alimentación gratuita para los perros callejeros y hasta albergues, la prohibición de preparar comida típica que implique la muerte de animales bonitos, la exigencia de condiciones “dignas” en las granjas avícolas, la construcción de parques adecuados únicamente para animales, la prohibición de pruebas médicas en animales y en fin… sin importarles en nada el detrimento y el descuido al que podrían ser sometidos los ciudadanos en general y, en especial, las personas más pobres que viven del subsidio gubernamental o que trabajan directa o indirectamente con las empresas relacionadas con el uso de animales.

Un peligro real que pasa por la aparente nimiedad de quitarle mucha de la alegría a la Navidad al prohibir los fuegos artificiales porque asusta a los perros y que esconde la profunda convicción de muchos animalistas de que en el fondo todo animal es inocente y por eso igual o incluso superior a un ser humano. Así, sin querer queriendo, los animalistas nos están arrinconando hacia un estado cuya prioridad no sea ya nuestro legítimo derecho a la supervivencia y la búsqueda de la felicidad sino la coexistencia pacífica con los que, por lógica evolutiva, conveniencia y cultura, han sido nuestros alimento, herramientas de trabajo y hasta compañía. Futuro cruel e inhumano con los que precisamente somos humanos y, a lo mejor inevitable, pero en la medida que lo podamos retrasar y criticar seremos más humanistas. Humanistas al odiar que las familias más pobres, viviendo de los subsidios, tengan de a tres o cuatro perros que ni tienen con que alimentar y los dejen vagar por ahí sin importarles que estén vacunados, que puedan morder a alguien o que medianamente estén sanos o no apesten. Humanistas al reclamar que los parques –que son construidos para los niños− estén invadidos de perros de razas peligrosas sin llevar bozal y cuyos dueños reaccionan con violencia ante cualquier reclamo de un desprevenido padre, pues los perritos nacieron inocentes y sin atacan el malo, en el fondo, es el niño que sin darse cuenta les dio un balonazo o al correr muy cerca los puso nerviosos. Humanistas al manifestar abiertamente, sin sonrojarnos ni tener que apenarnos –por estar en contra corriente de ese animalismo gregario de ahora−, que no nos gusta que la gente gaste fortunas en sus mascotas cuando hay personas viviendo en la calle y que se indignen y se pongan furiosos si uno se los recuerda y lo peor, lo desvergonzado, que se defiendan atacando a esas personas porque pueden hablar y los animalitos no, y entonces que se la rebusquen como puedan, que se vayan a quejar al mono de la pila, que se jodan pues su platica y tiempo seguirán yéndose a engordar y curar perritos y gatitos… pero los humanistas no, los humanistas recordamos, amamos y admiramos a Beethoven y sus hermosas melodías que no lo libraron de ser un pésimo padre adoptivo, leemos enamorados de su prosa los poemas infinitos de Borges sin tener en cuenta sus polémicas afiliaciones políticas y solicitamos, una y otra vez, la ayuda estatal –y de organizaciones no gubernamentales− para el drogadicto, violento, y sucio habitante de calle que tercamente reincida y vuelva a las calles después de recibir ayuda pues, en su calidad de ser humano, es imperfecto, cobarde, deshonesto pero humano al fin, capaz tanto de amar como odiar y de sentir empatía y compasión por sus congéneres: como es lo que nos corresponde hacer antes de cualquier consideración antihumanista.