
Los latinoamericanos afrancesados dirán que Europa sigue siendo
la luz de la ilustración y que no conlleva en sí ninguna contradicción sino que
obedece a leyes que, presentes en sus constituciones, obligan a los buenos
ciudadanos a ser civilizados y seguir las leyes que aunque duras, leyes son, y
como tal incluso pueden limitar la absoluta libertad de expresar cualquier opinión, a no ser que se tengan en cuenta
algunas excepciones.
Pero en los detalles está el diablo pues si se asume que están
bien las excepciones a la libertad de expresión por motivos históricos, de raza
o convicción, se está justificando el cómodo “a menos que”. A menos que
trasgreda un límite tan difuso como arbitrario pero que igual se impone por
conveniencia. Ya bien sea para evitar conflictos, por mantener relaciones
favorables, para imponer una idea de mundo imperante, dominante o en ascuas de
serlo. En palabras castizas ese “a
menos que” vendría siendo que la
libertad de expresión se ejerza de acuerdo “a como nos convenga”.
En ese “nos convenga”, por desgracia, está la mayor ironía de la
cacareada libertad de expresión pues ese “nos”
vendrían siendo aquellos que tienen y controlan los medios para expresarse, los antiguos países al occidente
de Grecia y después vencedores de las guerras mundiales para finalmente
aglutinarse como los países del primer mundo, los que tienen el sartén por el
mango. Y el “nos convenga” un simple
sometimiento a sus intereses económicos y políticos que, en últimas, terminan
siendo la misma cosa.
De ese modo, está bien poner una campana de cristal a una institución
que, ya en el siglo XXI no sólo se podría considerar arcaica sino hasta absurda,
como la monarquía o censurar cualquier tipo de broma sobre la religión judía
por considerar que se estaría afectando no sólo una creencia sino una raza; como
tal inaceptable, ya bien la mayoría de estados democráticos penaliza la
discriminación racial.
Pero entonces ¿los europeos no están convenientemente
demorándose en establecer la misma
analogía entre el Islam como religión y aquellos que la practican como si fuera
una raza? Una raza que en Europa, y especialmente en Francia, vive marginada,
perseguida, empobrecida y estigmatizada hasta el punto de que no son escasos
los ataques a musulmanes por identificarlos como machistas, retrasados y
posibles terroristas. Porque en el día a día la definición de la raza es un
consenso social que, más allá de las evidentes diferencias, poco tiene que ver con la biología y más con
el reconocimiento que los unos hacen de los otros. Al final, una arbitrariedad
como la de decir que un colombiano católico es de una raza diferente a la de un
venezolano evangélico. Pero Europa lo
está haciendo, lo está justificando por consciencia o conveniencia, y así se sigue
alimentando el odio de sus ciudadanos por los más débiles y los extranjeros
que, de tanto en tanto, son fácil presa como representación de los problemas
que los aquejan: llámese desempleo, violencia, inflación… Europa −de la mano de Estados Unidos− al trazar una
cruzada en contra del terrorismo perpetúa un odio injusto al que son sometidos
millones de musulmanes de todo el mundo (de diferentes etnias y orígenes) por
profesar una fe. Mientras tiene vetado la burla o la estigmatización de los
judíos ya bien por su religión o por su cultura.
¿No es tiempo de que Europa tenga la misma salvedad para con
unas personas cada día más perseguidas y estigmatizadas? ¿No es, entonces, la
decisión más conveniente y noble para evitar el odio injustificado y los actos
de violencia de lado y lado? La sabiduría popular dice que para pelear se
necesitan dos y la satanización del Islam sólo ha servido para escalar la
violencia, estigmatizar, dividir y justificar asesinatos y violaciones de los
derechos humanos de lado y lado. Existe un sentimiento de mea culpa respetable de
Alemania y un sentimiento de menosprecio sobre el Islam realmente vergonzoso. Es
chistoso pero no ingenioso burlarse de Mahoma como símbolo del atraso del mundo
musulmán. Como sería muy chistoso burlarse de la fidelidad de los hombres
franceses si nos atenemos a sus figuras públicas, pero sin que nadie pudiera
medio relacionar esas burlas con la incapacidad intelectual o fisiológica de
las mujeres francesas pues nadie las considera explotadas o feas por no poder
mantener fieles a sus hombres, como si se suele considerar a todas,
absolutamente a todas, las mujeres musulmanes para el común de la gente.
Caricaturizar a los poderosos es valentía, criticar al sistema
es fina inteligencia. Burlarse de los débiles, que por esa misma precariedad
están en situación de persecución, puede hace reír pero no suele ser una
crítica al sistema ni mucho menos fina inteligencia. Sin justificar la cobarde
violencia del terrorismo, es bueno recordar que Charlie Hebdo no se estaba
burlando de los poderosos cuando caricaturizaba al Islam.
Ya es hora de que Europa considere a los musulmanes como una
raza en situación de discriminación y la proteja como tal, para desacelerar la
islamofobia creciente y al vetar los chistes fáciles y las bromas de mal gusto
llevar la discusión a otro nivel. Al nivel donde se diferencian a los
terroristas de los pacíficos practicantes del Islam, a donde una agresión a un
estado oprimido –como Palestina− se vea en sus justas proporciones, en donde
la opresión a las mujeres se analice de
acuerdo al país en el que pase y a las circunstancias de cada mujer y no como
una mala caricatura del Islam.