Los colados

Esa misma filosofía “del atajo y el más vivo” que fue tierra
fértil para que en los años ochenta el narcotráfico torciera la consciencia de tantos colombianos
que empezaron a ganar montones de dinero sin importarles los miles de muertos
que, según ellos, nada tenían que ver
con ellos porque no apretaban el gatillo. Esa cultura del más vivo que le está haciendo daño por igual a las arcas de un
sistema de trasporte en crisis y a la
consciencia y el ánimo de los bogotanos cada vez más desesperanzados porque
aquí y allá, y en cada rincón no encuentran eco de sus quejas. Porque los colados igual desmoralizan a la empleada del servicio
que ve como su esfuerzo, sudando la gota, por conseguir para el pasaje es burlado por unos patanes
colándosele en las narices, y al romántico estudiante universitario que todavía
sueña con una Colombia mejor si todos ponemos un granito de arena. Los colados
de Transmilenio le dan una cacheta al trabajador honesto y desinteresado que
todas las mañanas sale de su casa para conseguir lo del pan de cada día con la
firme convicción de no hacerle el mal al prójimo y de que el trabajo honesto y desinteresado
es el camino correcto para tener una buena vida.
Porque el colombiano de bien no quiere parecerse al magistrado Petrelt
y que todo se lo regalen, tampoco va a tomar lo que no es suyo por el simple
hecho de que otro haya tenido más suerte a lo largo de su vida ni mucho menos
va a utilizar la violencia para despojar a un campesino de su tierra por mucho
que le pudiera convenir. Y no porque no sea un camino más fácil y expedito para
conseguir lo que se quiera ni tampoco porque sea tan bobo de no ver las
oportunidades sino porque ante la trampa y el juego sucio quiere oponer el esfuerzo de su trabajo y la consideración con
el otro. Los colados no… los colados
sólo esperan ─y no como los tigres sino como la hienas─ para hacer la
zancadilla certera con la cual pasarán por encima de algún compañero para
quedarse con un ascenso, esperan a que les ofrezcan un Smartphone robado a buen precio
para así chicanear después con los amigos, a que a otro pasajero de
Transmilenio se le caiga una tarjeta roja y así quedársela sin inmutarse.
Esperan ser más vivos que el otro y aprovecharse de las circunstancias sin
importarles las consecuencias, así sean legales: pues hecha la ley, hecha la
trampa, se enorgullecen en decir. ¿Y entonces que los hace tan diferentes de
los Mancusos, Tirofijos y Preteles?